Defendemos la Verdad
Existe la verdad objetiva, y ésta no depende de la coyuntura política o social
Acciones como la Ley de Memoria Democrática o la Comisión de la Verdad, impuestas en el seno del Gobierno, atentan de lleno contra la libertad de expresión y la libertad de cátedra, anulan la capacidad de análisis y opinión e instauran la censura. Hemos asistido a una devaluación de la verdad, impulsada por el poder político junto al fomento de la mentira. Lo cierto es que no es competencia de los Gobiernos democráticos determinar qué es verdad. Esto es algo propio de sistemas totalitarios.
Decir que no existen verdades absolutas, significa confirmar que existen verdades relativas y desde aquí llegamos a negar la verdad absoluta. Desde NEOS se busca la defensa de la verdad objetiva, frente a los planteamientos relativistas y subjetivistas, y sobre todo frente a la mentira como instrumento político.
El relato ha eclipsado la verdad
Si las verdades son relativas, subjetivas o puramente funcionales, queda abierta la puerta a la legitimación de la mentira.
La verdad absoluta consagra el valor de la libertad, anhelo y derecho irrenunciable para la consecución de la misma.
En democracia, los gobiernos no son los guardianes de la verdad, porque solo velarían por sus propios intereses.
Ni los gobiernos ni las mayorías pueden convertir lo falso en verdadero y lo verdadero en falso.
Son tiempos de eclipse de la verdad. Pero frente a la negación de su existencia y la promoción de la mentira y la falsedad, la verdad existe. Puede ser negada, ocultada o rechazada, pero no puede ser nunca destruida.
La verdad prevalece sobre la libertad. En cualquier caso, nunca se puede imponer la verdad mediante la fuerza. Menos aún, la mentira y la falsedad.
La negación de la existencia de verdades absolutas conduce a la afirmación de verdades relativas, y ésta, a la negación de la verdad. Se niega la verdad absoluta para afirmar la mentira absoluta.
La verdad se encuentra amenazada por el poder político. Se huye de la verdad como de la peste. Hemos pasado del prestigio de la verdad al rencor respecto de la misma. La prevalencia de la mentira sobre la verdad se ha acrecentado singularmente en las últimas décadas.
La mentira se ha convertido en un derecho y la verdad en objeto de persecución.
Se reconoce el derecho a mentir y se niega el derecho a decir la verdad.
La mentira política se nutre de la mentira intelectual y moral.
En el ámbito público, se circunscribe y encierra la verdad en la verdad científica reduciéndola, por tanto, a una verdad meramente funcional y práctica que no se corresponde con el anhelo del hombre y, en definitiva, con la verdad objetiva.
Paradójicamente, en el ámbito privado y familiar, se afirma como verdad una cultura emocional donde al sentimiento de una persona o colectivo se le da carta de naturaleza que da origen a configurar una realidad artificial y arbitraria a la que además se le conceden unos derechos que nacen únicamente de “verdades subjetivas” detrás de las cuales hay muchas veces intereses espurios.
La democracia no está vacunada contra la mentira. No hay voluntad por mayoritaria, y aún unánime, que sea que pueda convertir lo falso en verdadero y lo verdadero en falso.
Los Gobiernos, la mayoría, son los grandes gestores de la gran mentira. Aspiran a convertirse en los sacerdotes de una nueva religión política que decide sobre el bien y el mal, lo que ha sucedido en el pasado y lo que no, el contenido de las verdades religiosas, filosóficas y científicas. Pero la determinación de la verdad histórica, moral, religiosa o científica no es competencia de los Gobiernos.
Parece que ya no hay libertad para los amigos de la verdad.
La prevalencia de la mentira sobre la verdad se ha puesto de manifiesto, singularmente en España, de forma acelerada en la última década y media. El relato que se ha ido asentando en España en el año 2004 es, por encima de cualquier otra consideración, la expresión de una mentira.
La verdad puede ser ocultada, pero jamás destruida
Es la verdad lo que nos hace libres
El poder político amenaza la verdad
El sentimiento de un colectivo no determina necesariamente la verdad
Ni la democracia ni los gobiernos determinan la verdad
El mundo necesita una máquina de la verdad
El relato actual es la expresión de una mentira
¿A qué decimos NO?
Si el aborto, su legalización y legitimación, supusieron una primera expresión del mal, la legalización de la eutanasia significa el avance de la “socialización del mal”, entendido como una radical desnaturalización de la dignidad de la persona.
Decimos NO a la eliminación del que sufre en la etapa final de la vida. La Eutanasia constituye un hito muy relevante y un plano inclinado que representa un desprecio de la cultura de la vida y a la dignidad inherente a la persona. En la Eutanasia se socializa el mal, porque la decisión se comparte con más personas, porque la puesta en marcha y ejecución de esta decisión tendrá que ser aceptada por un mayor número de miembros de la familia, incluso más que en el aborto. Lo mismo sucede en el ámbito sanitario y médico.
Decimos NO porque la ley de la Eutanasia es una parte determinante de un proyecto de ingeniería social de carácter global y total, que es obsesivamente contrario al que nos ha enseñado el cristianismo y la doctrina de la Iglesia.
Decimos NO porque no queremos repetir las tragedias que nos ha enseñado la Historia. No hay que ser un historiador para darse cuenta de que las prácticas eugenésicas fueron el prólogo y preludio de la mayor tragedia que vivimos en el siglo XX.
Decimos NO a la Eutanasia, esto es, a causar intencionadamente la muerte a una persona, aunque sea a petición suya, porque es una forma de homicidio, objeto de sanción penal en casi toda Europa y en casi todo el mundo. Hubiera sido necesario un amplio debate social y no haber despreciado a las instituciones más directamente concernidas. Se ha legislado sabiendo que muchas de ellas, especialmente los Colegios de Médicos y asociaciones de personas de capacidades diversas, estaban en contra.
Decimos NO por el desprecio que esta ley significa para los cuidados paliativos, sabiendo además que estos son capaces de hacer desaparecer el eventual deseo de morir, suscitado por el sufrimiento. Estamos convencidos que las escasas peticiones de la muerte son en realidad peticiones de un cuidado adecuado, pues una vez que este se produce, aquellas prácticamente desaparecen.
Decimos NO porque la ley de la Eutanasia significa capacidad de destrucción de la ecología humana. Porque convierte el homicidio en obligación para unos y en derecho para otros.
A la ley de ampliación del aborto
A quienes pretenden eliminar los derechos de aquellos que profesionalmente se dedican a cuidar y proteger la vida. No se puede eliminar la objeción de conciencia
A quienes, ignorando el derecho fundamental sobre el que se construyen los demás -el derecho a la vida- pretenden convertir en derecho los atentados contra la vida en sus momentos más débiles (inicio y final de la vida)
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Grupo de trabajo
COORDINADOR
Ignacio Sánchez Cámara
Catedrático de Filosofía (Universidad Rey Juan Carlos) y Columnista de «El Debate»
SECRETARIO
Gonzalo Ulloa
Abogado especializado en startups